Almacén de ramos generales, edificio injustamente abandonado, pensión estudiantil, semirruina apuntalada… La venerable construcción que hoy aloja La Rozada, dominando la esquina de Plácido Martínez y Mendoza, atravesó sucesivas encarnaciones durante más de un siglo, no todas de las cuales hicieron honor a su prosapia de testigo de tiempos lejanos.
La monumental casona nació como local comercial para la firma Nicolini & X en su planta baja y vivienda familiar en la planta alta, una tipología que se repite en otros edificios de la ciudad, y presta uno de los ejemplos más notables de arquitectura italianizante en la ciudad de Corrientes. Su adscripción a este estilo, que a finales delsiglo XIX irrumpió en la provincia como testimonio del esplendor de una ciudad que comenzaba a verse cosmopolita y próspera, se plasma en un depurado lenguaje de pilastras, guardapolvos, entablamentos clásicos y un remate de balaustres. Fincas nobles como esta reemplazaron en su día a las viejas casas neocoloniales, bajas y con aleros en las galerías externas, y engalanaron el área portuaria.
Nacidos a caballo entre la elegancia patricia del casco antiguo y los alrededores agrestes del Arroyo Poncho Verde hacia el este, sus muros presenciaron el empavesado de las calles de tierra y fueron testigos de la bullente actividad del puerto en los tiempos en que el rumoroso vaporcito era el único medio para cruzar al Chaco. Rodeados de comercios, hospedajes y bares, supieron resonar con el eco de los carreros, chatas traqueteando sobre adoquines, gritos de estibadores, voceos de comerciantes callejeros y sonidos de vida antigua que hoy pasan como ráfagas por La Rozada.
Durante años sus despintados muros rosados marcaron esta esquina, un telón descolorido que cerraba la vista de los transeúntes hacia el Parque Mitre y el río. Hoy nuestro hotel toma el nombre del barrio para insuflarle vida a una ochava ya clásica en la memoria.
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